Las relaciones de sucesos forman parte del fenómeno noticiero que se extendió por Europa en el Seiscientos. Con ellas los impresores de la época difundieron un nuevo género, capaz de perpetuar acerca de la experiencia de los individuos las situaciones más dispares: desde las catástrofes a la infelicidad que caía del cielo, las sacudidas de la tierra y las epidemias que afectaban a los hombres y mujeres de la centuria. Y en aquellos momentos en los que cundía la desesperación, en pos de una explicación ante la adversidad, surgía en ocasiones una «luz prodigiosa» que a modo de signo celestial iluminaba a alguna imagen devocional a la que la comunidad imploraba para así alcanzar su salvación y renovar la fe. Y aquella mentalidad colectiva, que lógicamente tuvo también su expresión granadina, inundaba de júbilo y fiesta las calles y plazas de la ciudad con la esperanza de superar las desgracias por mediación divina.
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